Tuesday, February 21, 2006

El Secuestro - By Douglas

EL SECUESTRO


- Si -respondió Sancho-; pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros andantes.
- Eso es -respondió Don Quijote- porque es mayor el número de religiosos que el de los caballeros.
- Muchos son los andantes –dijo Sancho.
- Muchos –respondió Don Quijote-; pero pocos los que merecen nombre de caballeros.

Fragmento de: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

- ¡Han secuestrado a mi novia… unos tipos locos se la llevaron!. Agente por favor me atiende...
- Sí, un momento, enseguida señor... ¿pero qué  hace en esa facha?. Por acá, entre a esa oficina y espere un instante, enseguida lo atenderán. –el oficial se había alarmado al verlo en semejante vestimenta, parecía un mutante, con parte de sus órganos sexuales en plena exhibición. Vestía prendas adecuadas para una orgía fetichista. Entró a la oficina y minutos después le acompañaba un inspector, para tomarle declaración.
- ¿En que le puedo servir? -dijo en el usual tono burocrático que años de guardia nocturna le habían enseñado adoptar en casos bien parecidos, y le entregó una manta para que cubriera su desnudez.
- Es que han secuestrado a mi novia... unos tipos raros... tiene que ir conmigo ahora... ayúdeme a encontrarla.-dijo nervioso el muchacho.
- Si claro, pero cálmate, ¿quieres beber algo? -Replicó muy calmado el agente.
- No, gracias. Mire, el caso es que si no vamos ahora mismo se pueden escapar...
- Anjá, ¿decías que eran unos tipos raros?. Define raros. –“a ver si en esa modalidad estás tu incluido”, pensaba el agente, a quien fastidiaba su tono apremiante, claro que a cualquier persona se le podría tildar de extravagante, pero no está bien que quien lo acuse sea alguien vestido con semejante indumentaria.
- Pues no sé, estaban vestidos de un modo extraño y...
- Ya entiendo, y tú, precisamente vas a la última moda. Mira muchacho, pongamos las cosas en claro, acá no estamos para jugar, te calmas y me cuentas todo desde el principio, a ver si conseguimos entendernos.

- Dígote, Sancho –dijo el Caballero de la Triste Figura-, que esos gritos que se escuchan en la oscuridad, sin duda son presagio de una gran aventura y honra, es mi deber asistir en defensa de los menesterosos y desamparados.
Dicho esto, picó a Rocinante y, con la lanza baja salió a todo galope hacia el lugar de donde provenían los aullidos. Había en el sitio una figura enigmática, un cuerpo de hombre con piel repulsiva y abusaba de una joven, que a los ojos del andante era la más sublime doncella, acrecentando este hecho las circunstancias de su insuficiente vestimenta. La chica rugía a toda voz, sin saberse precisar si eran, gemidos de placer o alaridos de dolor. Viendo esto, Don Quijote apresuró la marcha diciendo con ímpetu:
- Deteneos cobarde, encomendaos a Dios en justa pendencia y dejad al punto de castigar a tan fermosa doncella.
-¡Válame Dios! -dijo Sancho- vuélvase señor Don Quijote, doy fe que parece cosa más diabólica que humana, ruégole a su merced se esté quedo, pues no hay ventura en lides con satánicos botargas.
La rara criatura, al escuchar las amenazas de Don Quijote y seguidamente los gritos de Sancho, saltó inmediatamente subiéndose al coche, que luego de varios acelerones, marchó a toda velocidad del lugar, sin dejar opción a ser alcanzado.
- Non fuyais vil criatura y enfrentadme, que es menester desfacer este entuerto a costa de mi vida si preciso fuera. Regresa belitre y canalla, que voy a brumar tus costillas aunque dedos pierda en ello.
Clamaba Don Quijote, pero tardío era, porque la perversa figura huía lejos de allí cual un relámpago, en lo que a ojos medievales parecía una carroza encantada. Regresó entonces donde estaba la joven, preocupado por su estado, pero habiéndola hallado vestida y en compañía de Sancho, para no embriagarla, le preguntó a su escudero:
- Dime, amigo Sancho, habéis visto cómo fuyen ante la gallardía, ¿dónde podré encontrar un antagonista digno de un fecho de armas?
- La verdad sea dicha –respondió Sancho-, pero no creo que puédase escrebir de vuestras aventuras, señor Don Quijote, quiera Dios encuentres quién enfrente tus atrevimientos o no habrá lugar a conseja digna de ser contada.
La joven que hasta ese entonces se mantenía callada, rompió su silenciosa postura:
- ¿Me pueden decir qué ha sido todo esto?
- Repudiad a quien fuye de los peligros santa doncella, la aventura hay que seguilla, que aunque agora nos falten encantadores o sabios, non fuyendo de las embestidas del destino, sino dando cara y sacrificando fuero, encontraremos la esencia de nuestro ser. ¿habéis visto como corría ese cobarde botarga? Sin dudas no hay moralidad en su espíritu, pues si has de atreverte a bellaquear, después has de facer cara a tus ruindades, pero este mundo está perdido, es un adanismo de probidad. Agora, fasta la mesma fama se gana con mentiras, odio y traición. Socávame vivir estos tiempos, que del valor no se lleva conciencia ni gloria; ¡cuántas virtudes vamos perdiendo! Que días aquellos dellos valerosos caballeros que enfrentaban la mezquindad y el vicio, con combates de honor, y agora, asesinan inocentes, damas y niños para hacer valer sus ideas, ideas que resultan fatuas, tanto como sus indignos representantes. Decidme moza ¿quién de los nacidos honra su casta? ¿Quién de ellos vive con honor?

Quizás me tilden de loco, nunca pensé que alguien como yo llegara a reaccionar de la forma que he hecho, pero tampoco imaginé que sucediesen cosas así en la vida actual, no estoy acostumbrado a enfrentar situaciones paranormales, y verme implicado involuntariamente en ese escenario procede contra mi sensatez. 
Estaba yo con mi novia, disfrutando de la privacidad de una noche estrellada, fuera de la ciudad, es cierto, pero muy a conciencia de ella. Nos habíamos alejado a un espacio abierto porque queríamos saciar fantasías, experimentar excentricidades sexuales vistas en películas porno; nos gastamos plata en un sexshop y paramos en la lejanía de una desviación, por donde nunca pensé que alguien transitara;  bueno, tampoco creo que los que pasaron fuesen seres humanos comunes, antes bien, dos criaturas extraterrestres.
Es que todo fue como una película de George Lucas. Me había disfrazado con ropa de látex negra, de estilo un poco fetichista y después de varias posiciones la tenía en bucles sobre el maletero del coche, chillaba a toda voz, excitada, provocándome. Precisamente por eso estábamos en un sitio así, queríamos vivir extravagancias que en nuestra actual habitación nos está prohibido por la vecindad.
Y parece que los gritos llamaron a los personajes que hicieron presencia de forma aún más escandalosa de la que nosotros llevábamos. Eran dos, el más pequeño groseramente gordo en un burro, le gritaba al otro, uno bestialmente flaco, armado de lanza y espada y en un caballo aún mas flaco, no sé en que idioma, ni que decía, pero a ciencia cierta lo que hablaba tenía que ver conmigo porque venía a todo galope con la lanza en ristre con intención de atravesarme.
Yo, al ver el espectáculo, me asusté. Además, el tío tenía una pinta y una expresión en la cara, se notaba que estaba loco de remate, así que le dije a mi chica que se subiera al coche, pero ella quedó petrificada, la empujé para que hiciera caso, arranqué y me largué del sitio.
 Mire, yo pensaba que ella estaba a mi lado, salí de allí a toda velocidad, no me quedaron ganas de mirar atrás, y cuando avancé unos kilómetros, me surgió la duda sobre qué podría haberle pasado a ella, entonces regresé, tomando siempre precaución de no caer en manos de esos locos. Busqué con detalle en el sitio que estábamos y no quedaban rastros de ella ni de nuestra ropa. Entonces vine acá en busca de una solución y por eso estoy aquí con semejante atuendo.

- Pasen señores y acomódense, ¿sucede algo, en que les puedo ayudar?
- Le estábamos buscando porque ayer-noche su novio estuvo en nuestras oficinas. Declaró que usted había sido secuestrada, ¿es cierto eso? –dijo el policía.
- Lo único cierto es que ayer mi novio como usted dice, me dejó abandonada a 10 Km de la ciudad, y sí no fuese por dos caballeros que por allí pasaban, aún estuviera camino a casa. -respondió enojada.
- ¿Desea hacer alguna acusación al respecto? –inquirió el agente.
- No, eso ya no importa. –respondió y en su voz se advertía una incomprensible ausencia de sentido común.
- ¿Se encuentra usted bien? Podríamos asesorarla...
- Si, perfectamente. –respondió sin dejar acabar la frase al policía, que algo raro intuía en ella, y sin ánimo de proporcionar más información, apresuró a despedirse gentilmente. –Bueno, muchas gracias por preocuparse agente, pero como usted puede ver no fui secuestrada.
- Sentimos las molestias, sólo queríamos corroborar el hecho de que usted estaba en perfecto estado. Por cierto, debería hacer que al muchacho lo viera un médico, lo que él nos contó era una historia bien diferente, demasiado fantasiosa para ser verdad.
-Ya no quiero saber nada de él, ni sus aventuras... -dijo mientras miraba un punto fijo en el horizonte.
- Comprendo- exclamó el policía- y no le robo más tiempo señorita… -buscaba en sus papeles el olvidado nombre, cuando ella prorrumpió:
- Dulcinea del Toboso, señor agente, llámeme Dulcinea del Toboso.



AUTOR: DOUGLAS CHADIZ

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