EL SECUESTRO
- Si -respondió
Sancho-; pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros
andantes.
- Eso es
-respondió Don Quijote- porque es mayor el número de religiosos que el de los
caballeros.
- Muchos son
los andantes –dijo Sancho.
- Muchos
–respondió Don Quijote-; pero pocos los que merecen nombre de caballeros.
Fragmento de:
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
- ¡Han secuestrado a mi novia…
unos tipos locos se la llevaron!. Agente por favor me atiende...
- Sí, un
momento, enseguida señor... ¿pero qué
hace en esa facha?. Por acá, entre a esa oficina y espere un instante,
enseguida lo atenderán. –el oficial se había alarmado al verlo en semejante vestimenta,
parecía un mutante, con parte de sus órganos sexuales en plena exhibición.
Vestía prendas adecuadas para una orgía fetichista. Entró a la oficina y
minutos después le acompañaba un inspector, para tomarle declaración.
- ¿En que le puedo servir? -dijo
en el usual tono burocrático que años de guardia nocturna le habían enseñado
adoptar en casos bien parecidos, y le entregó una manta para que cubriera su
desnudez.
- Es que han
secuestrado a mi novia... unos tipos raros... tiene que ir conmigo ahora...
ayúdeme a encontrarla.-dijo nervioso el muchacho.
- Si claro, pero
cálmate, ¿quieres beber algo? -Replicó muy calmado el agente.
- No, gracias.
Mire, el caso es que si no vamos ahora mismo se pueden escapar...
- Anjá, ¿decías
que eran unos tipos raros?. Define raros. –“a ver si en esa modalidad
estás tu incluido”, pensaba el agente, a quien fastidiaba su tono apremiante,
claro que a cualquier persona se le podría tildar de extravagante, pero no está
bien que quien lo acuse sea alguien vestido con semejante indumentaria.
- Pues no sé,
estaban vestidos de un modo extraño y...
- Ya entiendo, y
tú, precisamente vas a la última moda. Mira muchacho, pongamos las cosas en
claro, acá no estamos para jugar, te calmas y me cuentas todo desde el
principio, a ver si conseguimos entendernos.
- Dígote, Sancho
–dijo el Caballero de la Triste Figura-, que esos gritos que se escuchan en la
oscuridad, sin duda son presagio de una gran aventura y honra, es mi deber
asistir en defensa de los menesterosos y desamparados.
Dicho esto, picó
a Rocinante y, con la lanza baja salió a todo galope hacia el lugar de donde
provenían los aullidos. Había en el sitio una figura enigmática, un cuerpo de
hombre con piel repulsiva y abusaba de una joven, que a los ojos del andante
era la más sublime doncella, acrecentando este hecho las circunstancias de su
insuficiente vestimenta. La chica rugía a toda voz, sin saberse precisar si
eran, gemidos de placer o alaridos de dolor. Viendo esto, Don Quijote apresuró
la marcha diciendo con ímpetu:
- Deteneos cobarde, encomendaos a
Dios en justa pendencia y dejad al punto de castigar a tan fermosa doncella.
-¡Válame Dios!
-dijo Sancho- vuélvase señor Don Quijote, doy fe que parece cosa más diabólica
que humana, ruégole a su merced se esté quedo, pues no hay ventura en lides con
satánicos botargas.
La rara criatura, al escuchar las
amenazas de Don Quijote y seguidamente los gritos de Sancho, saltó
inmediatamente subiéndose al coche, que luego de varios acelerones, marchó a
toda velocidad del lugar, sin dejar opción a ser alcanzado.
- Non fuyais vil
criatura y enfrentadme, que es menester desfacer este entuerto a costa de mi
vida si preciso fuera. Regresa belitre y canalla, que voy a brumar tus
costillas aunque dedos pierda en ello.
Clamaba Don Quijote, pero tardío
era, porque la perversa figura huía lejos de allí cual un relámpago, en lo que
a ojos medievales parecía una carroza encantada. Regresó entonces donde estaba
la joven, preocupado por su estado, pero habiéndola hallado vestida y en compañía
de Sancho, para no embriagarla, le preguntó a su escudero:
- Dime, amigo
Sancho, habéis visto cómo fuyen ante la gallardía, ¿dónde podré encontrar un
antagonista digno de un fecho de armas?
- La verdad sea
dicha –respondió Sancho-, pero no creo que puédase escrebir de vuestras
aventuras, señor Don Quijote, quiera Dios encuentres quién enfrente tus
atrevimientos o no habrá lugar a conseja digna de ser contada.
La joven que
hasta ese entonces se mantenía callada, rompió su silenciosa postura:
- ¿Me pueden decir qué ha sido
todo esto?
- Repudiad a quien fuye de los
peligros santa doncella, la aventura hay que seguilla, que aunque agora nos
falten encantadores o sabios, non fuyendo de las embestidas del destino, sino
dando cara y sacrificando fuero, encontraremos la esencia de nuestro ser.
¿habéis visto como corría ese cobarde botarga? Sin dudas no hay moralidad en su
espíritu, pues si has de atreverte a bellaquear, después has de facer cara a
tus ruindades, pero este mundo está perdido, es un adanismo de probidad. Agora,
fasta la mesma fama se gana con mentiras, odio y traición. Socávame vivir estos
tiempos, que del valor no se lleva conciencia ni gloria; ¡cuántas virtudes
vamos perdiendo! Que días aquellos dellos valerosos caballeros que enfrentaban
la mezquindad y el vicio, con combates de honor, y agora, asesinan inocentes,
damas y niños para hacer valer sus ideas, ideas que resultan fatuas, tanto como
sus indignos representantes. Decidme moza ¿quién de los nacidos honra su casta?
¿Quién de ellos vive con honor?
Quizás me tilden
de loco, nunca pensé que alguien como yo llegara a reaccionar de la forma que
he hecho, pero tampoco imaginé que sucediesen cosas así en la vida actual, no
estoy acostumbrado a enfrentar situaciones paranormales, y verme implicado involuntariamente
en ese escenario procede contra mi sensatez.
Estaba yo con mi
novia, disfrutando de la privacidad de una noche estrellada, fuera de la
ciudad, es cierto, pero muy a conciencia de ella. Nos habíamos alejado a un
espacio abierto porque queríamos saciar fantasías, experimentar excentricidades
sexuales vistas en películas porno; nos gastamos plata en un sexshop y paramos
en la lejanía de una desviación, por donde nunca pensé que alguien
transitara; bueno, tampoco creo que los
que pasaron fuesen seres humanos comunes, antes bien, dos criaturas
extraterrestres.
Es que todo fue como una película
de George Lucas. Me había disfrazado con ropa de látex negra, de estilo un poco
fetichista y después de varias posiciones la tenía en bucles sobre el maletero
del coche, chillaba a toda voz, excitada, provocándome. Precisamente por eso
estábamos en un sitio así, queríamos vivir extravagancias que en nuestra actual
habitación nos está prohibido por la vecindad.
Y parece que los
gritos llamaron a los personajes que hicieron presencia de forma aún más
escandalosa de la que nosotros llevábamos. Eran dos, el más pequeño
groseramente gordo en un burro, le gritaba al otro, uno bestialmente flaco,
armado de lanza y espada y en un caballo aún mas flaco, no sé en que idioma, ni
que decía, pero a ciencia cierta lo que hablaba tenía que ver conmigo porque
venía a todo galope con la lanza en ristre con intención de atravesarme.
Yo, al ver el espectáculo, me
asusté. Además, el tío tenía una pinta y una expresión en la cara, se notaba
que estaba loco de remate, así que le dije a mi chica que se subiera al coche,
pero ella quedó petrificada, la empujé para que hiciera caso, arranqué y me
largué del sitio.
Mire, yo pensaba que ella estaba a mi lado,
salí de allí a toda velocidad, no me quedaron ganas de mirar atrás, y cuando
avancé unos kilómetros, me surgió la duda sobre qué podría haberle pasado a
ella, entonces regresé, tomando siempre precaución de no caer en manos de esos
locos. Busqué con detalle en el sitio que estábamos y no quedaban rastros de
ella ni de nuestra ropa. Entonces vine acá en busca de una solución y por eso
estoy aquí con semejante atuendo.
- Pasen señores
y acomódense, ¿sucede algo, en que les puedo ayudar?
- Le estábamos
buscando porque ayer-noche su novio estuvo en nuestras oficinas. Declaró que
usted había sido secuestrada, ¿es cierto eso? –dijo el policía.
- Lo único
cierto es que ayer mi novio como usted dice, me dejó abandonada a 10 Km
de la ciudad, y sí no fuese por dos caballeros que por allí pasaban, aún
estuviera camino a casa. -respondió enojada.
- ¿Desea hacer
alguna acusación al respecto? –inquirió el agente.
- No, eso ya no
importa. –respondió y en su voz se advertía una incomprensible ausencia de
sentido común.
- ¿Se encuentra
usted bien? Podríamos asesorarla...
- Si,
perfectamente. –respondió sin dejar acabar la frase al policía, que algo raro
intuía en ella, y sin ánimo de proporcionar más información, apresuró a
despedirse gentilmente. –Bueno, muchas gracias por preocuparse agente, pero
como usted puede ver no fui secuestrada.
- Sentimos las
molestias, sólo queríamos corroborar el hecho de que usted estaba en perfecto
estado. Por cierto, debería hacer que al muchacho lo viera un médico, lo que él
nos contó era una historia bien diferente, demasiado fantasiosa para ser
verdad.
-Ya no quiero
saber nada de él, ni sus aventuras... -dijo mientras miraba un punto fijo en el
horizonte.
- Comprendo-
exclamó el policía- y no le robo más tiempo señorita… -buscaba en sus papeles
el olvidado nombre, cuando ella prorrumpió:
- Dulcinea del
Toboso, señor agente, llámeme Dulcinea del Toboso.
AUTOR: DOUGLAS CHADIZ
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