La primera vez y otros parrafos

Angel esta de cura por Santo Domingo, comenzó a asistir a conferencias y cursos por la iglesia y al cabo de un tiempo todos convencidos de su vocación le propusieron que entrara en el seminario que aprendería mucho y al mismo tiempo podría entregarse con mas fervor a su fe. El estuvo antes de irse por la casa y habló conmigo, pero de una forma muy misteriosa, me daba la sensación que sus ideas no estaban aún muy bien definidas o que su objetivo final no era precisamente ser un  Ministro de Dios en la tierra, en cualquier caso, tu sabes que el es bastante enigmático y cualquier cosa que pasara por su cabeza, sería muy difícil hacérsela sacar.
Antes de venir yo me enteré que después de estar un año internado en el Claustro de la habana, lo habían pasado a Santiago de Cuba, pero hace unos meses que salió a Santo Domingo y desde entonces no he tenido noticias.

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Aquel día el mar estaba picado, pero sin embargo habían turistas bañandose; en invierno es así, ves las olas con tal éxtasis, pareciera que lucharan con la arena. Nos sentamos en dos piedras apartadas, en ese espacio en que justo acaba el césped y comienza la arena, resguardados del sol por los cocoteros y con el más bello paisaje por delante, la playa de Varadero. Eran las 8:00 de la mañana y ya había turistas en el agua. Algo extraño para nosotros.
- ¿Pero que coño hacen esos ahí? –me preguntó Jesús con cara de incrédulo.
- Bañándose sin dudas, pasará mucho tiempo para que vuelvan a tener la oportunidad de hacerlo, hace frialdad, pero el agua se mantiene tibia, por eso siempre están los turistas bañándose; dicen que en Europa el agua nunca está tan caliente. La temperatura puede estar a 40 grados pero el agua del mar siempre está fría.
Habíamos comenzado un lindo día, nada que ver con nuestro monótono pueblo. Una playa inmensa, un aire puro, y nosotros allí, disfrutando la polifonía del mar.
- ¿Y ustedes que hacen aquí? Identificación. –dijo el Policía que aparecía de imprevisto a nuestras espaldas.
- Ah, buenos días oficial. Celebran hoy en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima unas convivencias Juveniles y estamos invitados en representación de la parroquia La Milagrosa de Los Arabos. Pero no comienza hasta las 10 de la mañana así que estábamos dando tiempo y nos pusimos a mirar el mar, ¿no podemos estar acá?
- Si, pero deben acompañarme a la Jefatura, así les va pasando el tiempo, monten en el coche patrulla, serán solo unos minutos.
Subimos a la patrulla esposados y nos llevaron al edificio policial, entramos por la parte trasera, en una pequeña habitación; una mesa cerca de un pasillo indicaba que allí decidían quien pasaba a la siguiente fase y quién salía por donde había entrado, después supe que el pasillo conducía a los calabozos, pero en aquel instante pensé que iba al infierno. En la habitación había otros detenidos, y a los pocos minutos entraron tres más, así que el agente apresuró los trámites burocráticos. Dentro del inmenso pasillo se escuchaban gritos de alguien que desde hacía una semana lo tenían detenido y no sabia por que.
-¡hijos de puta! ¡Me cago en sus madres, cabrones de mierda! -Chillaba a viva voz.
-Cállate comepinga, que los únicos que te oímos somos los que estamos jodidos como tu.-le increpaba otro.
Sin dudas estaba despierto, aquello era el mundo de las mazmorras, el ambiente era tenso, húmedo y a pesar de haber luces: oscuro; empecé a sentir miedo, no estaba acostumbrado a situaciones como esa, y todo cuanto me rodeaba olía a prisión.
El policía de la mesa, tomó pocición de orador  y vociferó:
-Váyanse quitando los cordones y el cinto. –cogió en mano los documentos de identidad retenidos y nombró- Angel Vespucio.
-Sí, agente soy yo. – me acerque a la mesa donde estaba.
- Quien te dijo que vinieras, quédate donde estabas. –Dijo y aclarando la garganta preguntó: -¿motivo?
Dudé en contestarle varios minutos, no estaba al corriente de que se refería, así que después de meditarlo, respondí:
-Agente mi compañero y yo estábamos sentados cerca de la playa mirando el mar. Cuando nos trajeron para acá. Esperábamos que fueran las 10.00h para reunirn…
-Proclive merodeador, –interrumpió- firme aquí. -Me extendió un documento con mi nombre y varios párrafos que no me dio tiempo a leer.- Arriba, arriba, que no tengo to el día.
- Lo siento, pero no se lo que significa ese documento, así que no lo pienso firmar.

No se hicieron esperar, enseguida otro agente tomo mis pertenencias las metió en un sobre con mi nombre, me torció el brazo en la espalda y me arrastró por el pasillo infernal, hasta el calabozo.
–Ya tendrás tiempo a firmar.-dijo y se marchó.


            No se cuanto tiempo pasó hasta que entró Jesús y me despejó de mi inconsciencia. Se que estaba en una celda oscura, que había más gente allí, pero no recuerdo nada, me empujaron adentro y caí en un rincón del que no me moví, estuve estático; detrás mía entraron otros dos, pero ni siquiera ello me hizo reaccionar. Jesús firmó el papel donde admitió ser un proclive merodeador y sin embargo también lo enviaron junto conmigo. Definitivamente nadie escapaba de aquel castigo medieval, no existía regla que cambiara tu destino; una vez entraras en la patrulla, la suerte estaba echada. No sabíamos cuanto tiempo podría durar, ni siquiera si íbamos a salir de aquel agujero. Estuvimos hablando un rato, pero el tiempo allí es una eternidad. Jesús, que es mucho más extrovertido enseguida indagó con los colegas de celda, sobre las consecuencias de estar allí y las posibilidades de que saliéramos pronto. Aunque mucho se podía divagar sobre el tema, la verdad nadie la conocía, podríamos estar desde tres a siete días, “todo depende de los polis” decían. Muchos eran reincidentes y entonces podrían enviarlos a otro correccional pero la mayor probabilidad estaba en la suerte que eligieran para ti.
Las comidas vinieron a su hora, a las 12:00 y a las 8:00, sopa de arroz, era el único plato. Yo hubiese preferido el pan y agua de las novelas románticas, pero aquello había quedado en el pasado. Si querías agua, tenías que tomarla de la ducha, el agua caía directamente en una placa turca, único retrete, que como es de imaginar, llevaba siglos atiborrado de mierda. Sí, así mismo es, el tiempo que estuve allí, no toque el agua, ni yo, ni nadie. Se rumoreaba que alguien, abrió días antes la ducha, para beber agua, y sin intención, se había revuelto la torta de mierda, al punto que estuvieron cerca de asfixiarse. No solo ellos, sino que el hedor recorrió todos los calabozos y tuvieron que trasladar algunos presos para calmar la que se armó.
-Ponte la camisa al revés. –me dijo Jesús.
-¿Y eso para qué?
-No se, dicen que da suerte, a ver si mañana nos sacan de aquí. Y para que no se ensucie. Mira –dijo señalándome el suelo-, vamos a tener que dormir en esta esquina. Todos los bancos están ocupados, así que no queda otra.
Efectivamente había tres bancos (expropiados de alguna iglesia) situados a lo largo de la celda y ya estaban ocupados cuando nosotros entramos, así que lo mas civilizado era escoger un rincón en el suelo e intentar dormir. Nos tiramos en el suelo y comenzamos a meditar más que dormir. Le pregunté a Jesús si alguna vez estuvo preso en situación similar y me dijo que una vez por una bronca callejera pasó una noche en un calabozo, pero que no era igual a este, aquel era peor. Entonces se me ocurrió que no estábamos tan mal, que existían personas peor que nosotros, y que seguramente saldríamos a la mañana siguiente, con estos pensamientos, conseguí dormir…


Conectar este relato policial con las conversaciones. Acabar la historia contada por angel o alguien más.

-Jesús esto es una mierda, te das cuenta que llevamos tres días aquí como dos singaos. Ni llamada telefónica ni una pinga. Aquí nadie te dice ni siquiera porque estás aquí. Este país es una mierda, esto tiene que reventar por algún lado. Yo me tengo que pirar de aquí, no puedo soportar más estas injusticias.

Podría decirse que esta detención fue lo que colmó en la decisión de marcharme, pero en verdad, son todos los episodios vividos en Cuba los que te hacen tomar decisiones de este tipo, al día siguiente a mi me dejaron marchar, a Jesús sin embargo le dejaron allí y por más que intenté averiguar cuando lo iban a soltar, lo único que me dijeron en un tono muy seguro fue:
Muchacho márchate de aquí y no esperes a tu amigo, o se pueden arrepentir y volver a meterte en el hueco. –me dijo un oficial de avanzada edad.
Después supe que lo habían enviado a un centro de detención preventiva, para después ser trasladado a la policía de su residencia. Con un alta de advertencia por merodeador. No se si esto se debió a que firmara aquel documento o por haber tenido un altercado en el pasado, yo regrese al pueblo le conté a su familia lo que nos había pasado y ellos se pusieron en contacto con la policía del pueblo para que le informaran de las condiciones en que estaba su hijo.

En cualquier caso el estuvo 7 días preso, yo solo 3 y al 4to día salí sin ningún agravio pero con sentido de culpabilidad por haberlo llevado allí y permitir que le dejaran encerrado sin poder hacer nada para evitarlo.

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